Yo procuro no ver atrás. Hasta hoy me ha funcionado…
Pero hay mañanas, hay música, hay viento que te trae de
vuelta momentos y que te pone de frente con que tienes ya 30 y tantos…
La mayoría de mis amigas dicen que aún somos muy jóvenes y
que no dejarán de ser chavorrucas y eso. Yo digo que 30 no son 20, ni 18, y
que hay días, y acordes que te lo recuerdan y te invaden en medio del pecho
llenos de nostalgia.
Y entonces empiezas a extrañar. No a personas, no cosas en
particular, sino esa sensación de que podías hacerlo todo, sin límites, que no
había que ahorrar un peso para pasar un fin de semana extraordinario en la casa
de alguien en Cuernavaca o para reventarte de jueves a domingo, sin prisas, sin
culpas y sin crudas. De que lo que más doliera en la vida fuera que el sujeto
que te gustó en la última fiesta no te peló, o ¡peor aún! que le haya gustado
más tu amiga.
Sentir que te enamoras cada noche de alguien nuevo y te
vuelan mariposas y te descubres renovada a la mañana siguiente, aunque ni
siquiera le hayas rozado la mano y no lo vuelvas a ver. Saber –y no sólo desear
con todo tu corazón– que puedes comer cualquier cosa, a cualquier hora, tu piel
seguirá teniendo veintitantos y tu estómago lo digerirá en minutos.
Perderte en el transporte público leyendo un libro de
Neruda, pasarte de la estación y tener que volver corriendo porque pierdes la
clase.
Eso, ir a la prepa, mejor aún, a la universidad. Abrazar a
los amigos a diario sin saber que un día, dentro de unos 15 años, estarás a
kilómetros de donde están ellos y querrás con todo tu corazón uno de esos
abrazos que parecían triviales.
Hay mañanas pues, que deberían convertirse en noches para
que el antojo de una cerveza no fuera mal visto, para que pudieras meterte en
las cobijas y echar un par de lágrimas por el tiempo que se fue.
Hay mañanas en que la vida te dice que lo que ha pasado te
ha convertido en lo que eres y que eso es bueno, pero en las que no puedes
evitar desear, al menos por un día, uno de asueto como este, regresar el
tiempo, recuperar lo trivial, volver a sentir los abrazos, asolearte en
Cuernavaca o leer en el metro, sí, en el metro, en la Línea 2, por increíble que
parezca…