viernes, 2 de mayo de 2014

Qué ganas de fastidiar

Llevo a JP a un parque con arenero. Ya sé que de vuelta el coche quedará hecho un asco y que tendré que lavarle el pelo tres veces para que todo salga. Pero las dos horas de diversión y creatividad para él —y de relax para mí— lo valen.

Pero mientras estamos aquí noto que la mayoría de los papás no se relajan, es más, se esfuerzan: porque los niños se diviertan como ellos dicen, porque no se ensucien demasiado, porque no les dé el sol. Con ellos yo sólo veo niños con cara de fastidio.

Yo no sé desde cuando se puso de moda que los papás teníamos que meternos en los juegos de los hijos. Está padre jugar con ellos, pasar tiempo juntos, pero su espacio, ese en el que hablan con amigos imaginarios y se vuelven chefs-paleontólogos-superhéroes es sólo de ellos.

Yo jugaba con plantas a que eran mis hijas y, si me portaba bien, podía salir a jugar encantados o bote pateado. La única intervención de mi mamá era cuando gritaba que me metiera, y nadie respingaba.

Todo ha cambiado tanto. Este interés por ser súper mamás nos ha convertido en un fastidio y a ellos les ha robado su intimidad.

Ya sé que el post se lee medio intolerante, pero mejor escribí, porque estaba a punto de decirle a la loca de al lado que deje en paz al pobre niño, con el enorme riesgo de llevarme un bofetón...

1 comentario:

  1. Pasa, en el afán de no traumarlos, de darles lo que no nos dieron, nos volvemos un dolor de ovarios... si, hubieras intervenido con la mamá loca de al lado. =)

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